COMBATIR EL ESTRÉS--
--MIS HERRAMIENTAS---
APRENDER A DECIR QUE NO (B)
La espalda maltrecha, recompuesta con ferralla, me mandaba
avisos más dolorosos de lo habitual y este continuo carrousel de cambios
atmosféricos en esta Primavera que no llega, no ayudaba en nada. El
"pastillaje" pautado y reglado por los galenos, no hacía el trabajo
que solía, además con efectos secundarios jorobantes. El ser padre de dos
adolescentes, una liada con la Selectividad y la otra con los exámenes finales,
machacaba más de la cuenta; hay que ayudar, tranquilizar, repasar. Ser también
amo de
casa, y no soy capaz de expulsar a esas malditas pelusas del suelo.
El
maltrato físico y psicológico sufrido por mi pareja/esposa/compañera como funcionaria
sanitaria en un hospital público también se reflejaba en mí. Dormía poco y mal.
El cansancio se acumulaba, la abulia, y algo de desmotivación. A mis días les faltaban horas, para hacer
tareas, y las ocupaciones se multiplicaban; mantener el "blog" nuevo,
las "webs" en las que ando, vienen más amigos a que les arregle las
contracturas, a relajarse en grupo, pequeños arreglos, papeleo burocrático…; en
fín. Ya tenéis suficiente de MIS PROBLEMAS, de MI "striptease". Los
vuestros serán del estilo, qué voy a contaros.
He de reconoceros,
que hace tiempo perdí gran parte de eso que llaman, vergüenza y que en mi
escala de valores, este "destape" no me causa displacer. Así, que
utilizo esa perorata, para demostrar que de este tipo de cosas (en mayor o menor
medida) no nos libramos nadie. La diferencia está en como las manejamos y
asumimos.
Tras la autocrítica,
he tomado distintas decisiones y me obligo a mejorar algunas cosas. Una de ellas es insistir en APRENDER A DECIR QUE NO. Pensaba que lo
tenía asumido, pero hay que insistir de vez en cuando.
Aprender
a decir que no.
Porque no
sabemos, sencillamente.
Cuando éramos niños,
nuestra madre nos decía “Si no haces esto, no te querré”. Crecimos, nos hicimos
adolescentes y nos dijeron “con lo que haces me vas a matar a disgustos”,
"haz lo que te digo, no me digas que no". Los profesores nos
suspendían si no estábamos conformes con su forma de enseñar. Los jefes
amenazan con el despido si pides más derechos y dices que no a que te exploten.
La Religión suele decirnos que seamos humildes, que nos desvivamos por los demás;
y nos culpabiliza si no es así.
Etcétera, etcétera. No sabemos decir que no. Si situaciones de este tipo se repiten
contínuamente, en particular cuando estamos madurando; dejan huella en el
subconsciente. Negarnos a algo, conlleva una carga de culpabilidad,
remordimiento, temor, que bloquea nuestras decisiones. Y tampoco estamos
enseñados a equivocarnos.
En la vida diaria, muchas personas se mueven en
esta dinámica. Decir que sí a todo, o aprender a negarse (obviamente, con una
razón). Si deben decidir entre ellos y los demás se angustian. Confunden sus
derechos con las exigencias de los demás. La humildad con el sacrificio. El
favor con la obligación. También hay personas que limitan ese temor a
determinadas áreas de su vida: en el trabajo son obedientes (hay una autoridad)
y unos tiranos en familia (supuestamente, son ellos los poderosos.)
¿Tan difícil es
encontrar el camino de en medio?
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